Parashat Ki Tetsé 2020

"Ensancha tu tienda"

Comentario a la Parashat Ki Tetsé

Por Adi Cangado


Este año, en muchas comunidades judías del mundo, debido a la pandemia, la celebración de Rosh Ha-shaná (el Año Nuevo) y Yom Kipur (el Día del Perdón) será extraña. Muchas sinagogas no podrán abrir sus puertas, y en otras la asistencia, ya sea por precaución o miedo o exigencia de las autoridades, se verá reducida. El semejante que solíamos tener al lado, en quien resonaban las melodías de nuestros labios, guardará la distancia física. Es difícil explicar la enormidad del significado que estas fechas tienen para el pueblo judío. Yom Kipur es el día de expiación; me gusta mucho la palabra que usamos en inglés para “expiación”, atonement: at-one-ment, estar a uno, ser juntos uno, regresando hacia Dios y hacia el semejante, los demás, escuchar en sus bocas tus mismas plegarias, elevadas por la congregación santa, que vestida de blanco observa atenta el Arón, el arca con los rollos de Torá vestidos también de blanco. Si el Año Nuevo es una llamada a la vida, en el Día del Perdón el arca parece un ataúd de pie, las puertas abiertas, recordándonos lo minúsculo que es el ser humano frente a la inmensidad interpelante de su existencia, y enfrentándonos a la realidad de la muerte y, así, a la urgencia de la vida.

¿Cómo regresar este año, muchos detrás de su pantalla, visualizando un servicio en dispositivos digitales? ¿Parecerá real? ¿Tendrá la misma fuerza? ¿Cómo será no reencontrar a tantos two-days-Jews, “judíos de dos días”, a quienes vemos solamente en estas dos fechas pero para quienes tienen la centralidad de su reconectar con la congregación santa? Su vínculo. Mi vínculo. Siempre he habitado en una ciudad sin judíos, con la sinagoga más cercana a 207,12 kilómetros. Las clases de judaísmo que imparto los domingos a la tarde a la comunidad, a través de WebEx, y mis viajes entre septiembre y octubre, aprovechados para asistir a los servicios de estas dos fechas en una sinagoga, habían sido mi manera personal de reconectar. El resto del año, y de la semana, las oraciones y el estudio llenan parte de mis horas. A solas con Dios, y conmigo, en mi particular shtibl, en casa. Esas horas me sirven para que el vínculo, el cordón umbilical que me une al pueblo judío, sea si cabe cada segundo que pasa más fuerte. Pero este año pienso especialmente en quienes tienen el hábito de asistir a la sinagoga, de estar con sus semejantes, de saludar y abrazar, ese hérguel, decía Maimónides, que les da fuerza y que reafirma su pertenencia. El impacto emocional de su pérdida, aunque sea este año nada más, es difícil de reparar.

Ayer acabé de leer la biografía del Rabino Israel Mattuck (Israel Isidor Mattuck, Architect of Liberal Judaism). No me gustan mucho las biografías, pero esta, excelentemente escrita por Pam Fox, era una tarea pendiente. El libro narra cómo durante los años de las dos guerras mundiales la comunidad de Israel Mattuck no podía mantener todas sus actividades. Muchas familias escaparon a la campiña huyendo de los bombardeos alemanes. La correspondencia por carta les mantenía unidos, y vinculados a la comunidad. Pasado el trauma, finalizada la guerra, repararon y reinauguraron la sinagoga. El profeta Jeremías decía “hay esperanza para tu futuro” (Jer. 31:16).

La historia de nuestra experiencia nos enseña que no debemos tener miedo. ¿Podían aquellas cartas enviadas por Mattuck a los soldados británicos en el frente mantener el cordón umbilical intacto? ¿Es posible hacerlo este año para Año Nuevo y el Día del Perdón? En la porción de esta semana, hacia el final de la Parashat Ki Tetsé (Deut. 21:10-25:19), la Torá dice así:

"Recuerda lo que te hizo Amalek en el camino cuando salíais de Egipto. Cómo, sin temor a Dios, se te apareció, y cómo abusó de los rezagados en la retaguardia, cuando estabas cansado y débil."

Incluso en la oscuridad del barracón, bajo amenaza de muerte, muchos Rabinos enseñaron la Torá en los campos de concentración durante el nazismo. En Bergen-Belsen, cuando se acercaba Pésaj (la Pascua) del año 1944, los Rabinos en el campo estaban lidiando con la difícil cuestión de la prohibición del jámets (la prohibición de comer alimentos con levadura en Pascua). Por un lado, está prohibido comer jámets en Pésaj, pero ¿cómo podrían emitir una resolución contra el consumo de jámets teniendo en cuenta la mala condición física en la que se encontraban los judíos? Debido a las terribles circunstancias, el Rabino Salomon Levinson compuso la siguiente plegaria para recitar antes de comer jámets pese a que era Pésaj:

"Avinu she-ba-shamayim - Padre nuestro que estás en los cielos, sabes que es nuestra voluntad el hacer Tu voluntad y celebrar la Pascua comiendo matsá [pan sin levadura] y absteniéndonos de comer jámets. Por desgracia, nuestros corazones están llenos de angustia, porque nuestra servidumbre nos impide el cumplir estos mandamientos, y nos encontramos en un peligro mortal. Estamos listos y dispuestos a cumplir Tu mandamiento de "vivir por ellos" (Levítico 18:5), y no morir por ellos. Por lo tanto, te suplicamos que nos concedas la vida, nos sostengas y nos redimas rápidamente, para que podamos cumplir Tus mandamientos, hagamos Tu voluntad y Te sirvamos de todo corazón. Amén."

Este año, en Año Nuevo y Yom Kipur, quizás la celebración no sea ni mínimamente similar a cualquier año, pero “recuerda lo que te hizo Amalek” (Deut. 25:17). “Cómo, sin temor a Dios, se te apareció, y cómo abusó de los rezagados en la retaguardia, cuando estabas cansado y débil.” (Deut. 25:18) Debemos reflexionar sobre estos versos particularmente en estas fechas. Aunque estés cansado y débil (sin la fortaleza espiritual que cualquier año nos da el semejante al lado at-one en comunidad), no te quedes rezagado en la retaguardia. Debemos ser creativos y buscar maneras nuevas de reconectar, de hacer especiales estas dos fechas también este año. La rigidez de los códigos rabínicos no pueden ser un impedimento para adaptarse a las demandas de esta pandemia. En la Haftará de este sábado, Isaías dice así (v. 54:2):

"Ensancha el espacio de tu tienda y extiende las cortinas de tus moradas, ¡no te amedrentes! Alarga tus cuerdas y refuerza tus estacas."

Expande tu mente, y tu tienda. Extiende las cortinas. Cabrá más gente. No tengas miedo. No sientas pena. Sé fuerte. Ensancha el espacio de la tienda. Pero, lo tishkaj, “no lo olvides”, cuando amaine la tormenta, recuerda que eres libre no porque así se dice en ninguna constitución escrita, sino por naturaleza. Muchas veces se ha alabado la resiliencia judía, pero no debemos quedarnos en el significado que la psicología da a la palabra sino escarbar en su etimología. En latín resilio es “volver atrás”, “rebotar”, “volver de un salto” (salio es “saltar”). Podremos, si queremos, recuperar la forma inicial, como en la química, después que cese la fuerza que ahora deforma la normalidad. No aceptes sin más eso que se ha llamado new normal (la “nueva normalidad”, expresión muy peligrosa). Está bien: debes usar mascarilla, mantener la distancia física, respetar las leyes, cuidarte y cuidar a los demás. Pero cuando amaine la tormenta, que la normalidad sea, en lo posible, como queramos que sea. El judaísmo nos enseña que no tenemos que aceptar ciega y sumisamente cuanto nos acontezca, sino que eres tú quien decide tu camino. Puedes y debes elegir tu camino, y si algunas cosas llegan a cambiar, que sea porque puedes y quieres cambiarlas.

Hay esperanza para tu futuro, Israel. Ensancha tu tienda, y recuerda lo que te hizo Amalek. El salmista dice, ba-tsar hirjavta li “de la angustia me liberaste” (Salm. 4:2), pero literalmente vendría a decir ba-tsar “en la estrechez” hirjavta li “me ensanchaste”. Quizás en la intimidad de nuestro hogar, solos frente a Dios, descubramos dentro del corazón la fuerza más expansiva de todas, el cambio de año más profundo y en Yom Kipur un retorno más sincero que cualquier año. Amén.

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