Parashat Vayeshev 5779
“Un
trocito de apio”
Por
Adi Cangado
Comentario
a la Parashat Vayeshev
Las
generaciones de los patriarcas podrían resumirse en las figuras de
Abraham, Isaac y Jacob. A ellos tres citan las oraciones cuando
rezamos cada día: el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob. Así se
revela lo Divino también a Moisés, pasados muchos años, en la
montaña.
En
la porción de esta semana, la Parashat Vayeshev (“Se asentó”),
la Torá centra su atención en uno de los hijos
de Israel en particular: Yosef. Él será el enlace entre los
patriarcas y Moisés; él descenderá a
Egipto de manera traumática y sus huesos
acompañarán al pueblo de Israel, después de liberarse del yugo de
la esclavitud, de vuelta a la tierra de Canaán.
Jacob
se asentó en la región donde su padre había vivido en la tierra de
Canaán. Yosef tenía 17 años de edad. Siendo un joven, cuidaba de
las ovejas con sus hermanos, los hijos de Bilhá y de Zilpá, mujeres
de su padre. Israel amaba a Yosef más que a cualquiera de sus otros
hijos, puesto que él era el hijo de su vejez. Le hizo (a Yosef)
ketónet pasim un largo abrigo de colores muy vivos.
Los
sabios, de bendita memoria, han discutido mucho acerca de este paño
o túnica. Pero tal vez lo más importante no sea cómo era la túnica
de Yosef sino por qué su padre se la entregó. Israel amaba a Yosef
más que a cualquiera de sus otros hijos, pues era hijo de su vejez,
al igual que Isaac, hijo de Abraham, y que
Jacob, hijo de Isaac. Curiosamente esta prenda, ketónet pasim,
se cita en el Tanaj con las mismas palabras una sola vez más: en la
historia de Amnón y Tamar (2 Samuel 13:18). Tamar también vestía
esta prenda, כִּי֩
כֵ֨ן תִּלְבַּ֧שְׁן בְנוֹת־הַמֶּ֛לֶךְ
הַבְּתוּלֹ֖ת
porque
así era la costumbre entre las hijas vírgenes del rey. Lo que Jacob
regala -entrega- a su hijo es un símbolo de amor pero también de
realeza.
Cuando
sus hermanos se dieron cuenta de que su padre amaba
a Yosef más que a todo el resto, comenzaron a odiarlo. No
podían decirle una palabra pacífica. La prenda de amor y de realeza
se convierte a los ojos de los demás en excusa y pretexto para el
odio y la violencia. La Torá nos narra cómo al final acaban
despojándolo del largo abrigo de colores muy vivos que vestía,
echando al joven a un pozo en el que no había agua, metáfora del
lugar en el que no cabe revelación ni inspiración.
Los hermanos se sentaron y comieron. Cuando alzaron los ojos, vieron
que una caravana venía de Guilad. Los camellos llevaban goma,
bálsamo y resina, transportándolos a Egipto. A
aquellos mercaderes lo vendieron por veinte piezas de plata.
Así descendió Yosef a la tierra de la
esclavitud.
Para
ocultar su crimen, los hermanos tomaron el abrigo de Yosef (ketónet
pasim), mataron una cabra vayitbelú y mojaron el abrigo
en la sangre. Cuando mostraron a Jacob la túnica ensangrentada, su
corazón se rompió, pensando que alguna bestia salvaje debía de
haberlo comido, desgarrado en pedazos.
El
pasado y el futuro se acarician de maneras muy extrañas. Pasarán
los años y Yosef se convertirá en un hombre relevante en Egipto,
reclamando que su padre anciano baje a la tierra del Nilo, y con
Israel también su pueblo, al lugar en el que,
algunas generaciones después, un Faraón los
oprimirá y perseguirá.
La
primera vez en la Torá que está escrito ketónet pasim Rashi
explica:
לשון
כלי מלת,
כמו
(אסתר
א ו)
כרפס
ותכלת,
וכמו
(שמואל
ב'
יג
יח)
כתונת
הפסים,
דתמר
ואמנון.
“Es
un término que significa prenda de lana fina, como karpás
lana verde (Ester 1:6) y como la túnica de Tamar (2 Samuel 13:18).”
¿Como
karpás? ¡Karpás! En la noche de Pésaj, la
Pascua judía, después de bendecir el vino y la fiesta, en lugar de
platos exquisitos (que también llegarán) nos encontramos en el
plato un trocito de apio. Se bendice el fruto
de la tierra, cogemos el trocito de apio, o karpás (del
griego karpós
καρπός
“verdura cruda”), y lo mojamos en agua salada,
símbolo de las lagrimas de la esclavitud en Egipto, y lo comemos. A
continuación se agarra la matsá que está en el medio, el
corazón, y la partimos en dos (Yajats). Solamente después de
estos dos pasos empezamos a leer la hagadá, el relato de la
esclavitud y la liberación de la tierra de Egipto. ¿Por qué?
Rashi
vincula el significado de ketónet pasim con la palabra
karpás. Los hermanos vayitbelú (ויטבלו)
mojaron el abrigo, el karpás, en la sangre. La noche
de Pésaj metavlim
(מטבלים)
mojamos/teñimos el karpás,
el apio, con agua salada (lágrimas). Al
pensar que alguna bestia salvaje había
matado a su hijo más amado, el corazón de Jacob se parte al igual
que la matsá del medio en la noche de Pésaj.
No
podemos afirmar con rotundidad que el crimen de los hermanos es el
desencadenante del exilio y la opresión en Egipto, pues
Dios ya había anunciado a Abraham
que sus descendientes serían martirizados en una tierra ajena.
Pero quizás
nuestros sabios han querido dejarnos en la
noche de la Pascua una seria advertencia: el odio gratuito y la
violencia entre hermanos, entre semejantes, puede acarrear terribles
consecuencias. Las acciones humanas alumbran un
futuro: cada gesto amable, pero también cada crimen. No se
trata de acción y consecuencia, sino de ingrediente. Al comer un
trocito de apio mojado en agua salada y romper la matsá del
medio, la tradición nos incita a preguntar y a
hacernos preguntas: a reflexionar. La violencia trae sobre nosotros
opresión y desastre. La tolerancia, sin embargo, se eleva como
ingrediente fundamental de la libertad. Esa es la sencilla y profunda
lección que nos enseña un humilde trocito de apio.
Sin
más os deseo que tengáis paz en el Shabat. Shabat Shalom.